Instalación: Fast Business Art
La idea principal de esta intervención es denunciar la situación actual del arte y por lo tanto tirar piedras sobre mi propio tejado.
La instalación está basada en la sorpresa visual del receptor mediante una iconicidad de los elementos emisores sobradamente conocida, una publicidad kitch de finales de los años 80 que nos hace recordar rápidamente un Mcdonald's. Encontrarse esto dentro de un matadero no es muy normal; podría llamarse descontextualización, pero creo que estaríamos mintiendo, es una contextualización en toda regla, una ubicación perfecta.
Digo esto porque intuyo que el futuro de las hamburgueserías podría estar en los mataderos. Pensemos durante un segundo como los consumidores que somos: a todos nos gustaría que las materias primas estén a nuestra vista cuando vamos a un fast food, que por ejemplo podamos elegir la carne que nos vamos a comer, ver el proceso de cocinado y que nos sirvan nuestra comida evitando así gastos energéticos y de transporte para abaratar los costes del producto final que llega a nuestras bocas. Esto sería lo ideal y lo que todos desearíamos. Pero parece una utopía.
Esta claro que lo que vemos no es solo una hamburguesería y yo no soy un empresario, en todo esto hay una metáfora artística, un engaño y una crítica, y, aunque parezca lo contrario, no es hacia los establecimientos de comida rápida. Lo que vemos es un escenario de teatro, que va a cumplir su cometido de engañarnos mientras dura la función, aunque en el fondo todos sepamos que lo que se ve es falso y que detrás del telón no hay nada. Esto es lo que yo llamo un fast art, un arte de consumo rápido, que solo nos engaña el estómago.
En el mundo del arte cada vez hay más obras de este tipo, que se piensan para un solo sitio, para un solo momento o para una sola sensación, que se cocinan para no dejar huella mental sino huella retiniana y/o auditiva o buscan el llanto fácil mediante artimañas despreciables o de mal gusto.
Con esta obra trato de denunciar cómo las instituciones, tanto públicas como privadas, con el apoyo de la crítica o sin él, han convertido los museos y salas de exposiciones en centros fast art, en auténticos parques de atracciones donde se "consume" una atracción de feria o fuegos artificiales; Impacto visual, auditivo o sensitivo que no deja huella mental duradera, pocas cosas son memorables, consumes rápido, digieres más rápido y olvidas pronto.
Estoy denunciando la redundancia de ciertos artistas que están en la mayoría de estos fast food con sus atracciones y que se han convertido en Big Mac o hamburguesa estrella de estos museos, salas o espacios que parecen verdaderas franquicias más preocupadas por el dinero y por la afluencia de público ávido de sensacionalismo que por la calidad de sus hamburguesas.
Se impone el fast food en el arte, haga su consumición mientras su mente pasea por otros lugares sin hacer el más mínimo caso de lo que está viendo. Alguien podría culpar a los medios de masas o pensar en el salto abismal que ha dado nuestra generación en el aumento de la visualización de imágenes. Todos somos conscientes de que la globalización e internet nos han convertido en vouyeurs consumidores de imágenes de todo tipo y que éstas se suman a las que ya se consumían anteriormente, de tal manera que esta masificación podría ser la causa que nos hace olvidarnos de casi todo lo visto.
Pero no tiene porqué ser así; Dentro del maremagnum artístico todavía hay mucho por descubrir. Nuestra mente todavía es capaz de separar la paja del grano, el fast food de la comida casera.
Esta instalación es solo una denuncia de esta situación artística. Si cuando acabe su consumición visual usted necesita hablar de ello porque hay una huella mental, o un poso que hace que esto sea memorable, habré conseguido mi objetivo.
Si usted ve esta instalación, le hace gracia y pasa un minuto amable y divertido, solo o en pareja y jamás va a volver a recordar esto, es que por fin he hecho algo que merece estar en un museo.
Si cuando salga de aquí usted se va a comer una hamburguesa es que tiene hambre.
Martín Bartolomé
Para la primera edición de Sala de Cura
